sábado, 25 de junio de 2016

Vicente Blasco Ibáñez: La barraca (***)

(206 pág.; El País)                                          (40; junio de 2016)
¿Por qué un prefacio que se escribe para ilustrarme sobre el autor, sus circunstancias, su forma de escribir, el estilo plasmado en la novela y demás cuestiones que puedo desconocer, tiene que destriparme lo que sucede en la trama de la novela, llegando al extremo de decir quién se muere, cuándo lo hace y cómo termina la historia? Señores editores: si me van a ilustrar y no contar la trama de la novela, bien; en otro caso, hagan el favor de ponerlo al final de la historia, que será mucho más instructivo y menos molesto (por si alguien lo leyere y tuviere ocasión de enmendallo).
Ahora vamos a lo importante: la historia que relata Blasco en menos de doscientas páginas y con palabras sencillas y llanas, quiero decir sin grandes alharacas, es brutal. Nos explica que la tierra en la huerta valenciana tiene un dueño que este alquila a quien la quiere trabajar y, con ello, puede extorsionar con un alquiler abusivo; pero, a su vez, los propios arrendatarios de las tierras tienen amigos o enemigos entre ellos, con lo que hay que defenderse de los de arriba y de los que tienes al lado que, en ocasiones, pueden ser más peligrosos que los terratenientes. Una fotografía de la época que le tocó vivir a Blasco espeluznante y esclarecedora (menos mal que todo esto es cosa del pasado y ahora todos tenemos lo imprescindible para una vida digna… ¿o quizá me equivoco y no es así para todos?).
Blasco fue un novelista que pudo vivir de sus libros, pero desde muy joven se afilió al partido republicano y llegó a ser diputado en siete ocasiones. Sus ideas contra la pobreza, la falta de medios para la educación y la opresión de los que menos tienen le llevaron varias veces a la cárcel y al exilio.




“Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte del Mediterráneo.”


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