(315 pág.; Anagrama) (7;
enero de 2016)
Desde el principio, esta novela de no ficción como la
definió Capote, cautiva, te engancha, te obliga a seguir leyendo para saber más
de esas personas que van apareciendo en la historia a través de las pinceladas
del autor. Unas pinceladas que son del tamaño justo, no aburren con infinitos
detalles y, en cambio, describen totalmente la figura dándole forma, carácter y
sentimientos. Y aparecen muchos personajes, pues no sólo describe a los
tristemente seis protagonistas principales, los dos asesinos y sus cuatro
víctimas, sino a una infinidad de personas que aparecen en sus vidas: desde los
habitantes del pueblo donde transcurren los sucesos hasta los familiares de ellos,
sin dejar de lado a los investigadores, y otras personas menos importantes.
Abrumadora capacidad de recrear un universo, real o imaginado, en un libro de
tan poca extensión.
Ya he dicho que hay dos asesinos y cuatro víctimas cuyas
fotos podrían ser las de la portada, por lo que no voy a añadir nada más de la historia.
Creo que hay que leer este libro aunque sea tarde, lo digo por mi edad. No
quiero dejar de comentar lo que pensé desde que empecé a leerlo, sobre todo,
después de la frase “cuatro disparos que, en total, terminaron con seis vidas
humanas” que aparece en la página once y que me parece brillante. La cuestión
es: ¿habría sentido lo mismo leyendo el libro si no supiera que es un caso
real, si no hubiera visto la película Capote
en la que se desgrana la concepción de este libro?
Cada día
aparecen en las noticias casos de asesinatos, muertes innecesarias, desgracias
naturales que se llevan decenas y centenas de vidas humanas. ¿Qué son cuatro
vidas más o menos, aunque fueran de la misma familia, y asesinadas a sangre fría? El suceso tuvo lugar hace
casi sesenta años, pero estoy convencido que pasarán otros sesenta y se seguirá
leyendo esta historia con el corazón encogido por la desgracia que acaeció una
noche de noviembre a esa familia y las desgraciadas vidas de sus dos jóvenes asesinos. Y eso, no cabe duda alguna, se deberá a la
pluma de Capote.
“El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras
trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de
Kansas llaman “allá”.”
eBook: sí.