(155 pág.;
Plaza & Janés) (67; noviembre de
2013; en Huesca) (Premio Nobel 1970)
Cuando era joven leí Archipiélago Gulag y quedé impresionado
de cómo podían ser tratadas las personas en Rusia, máxime teniendo en cuenta
que eran los más preparados, aunque críticos a la dictadura, los que terminaban
en esos campos de trabajo, que no eran más que campos de exterminio.
El día de la novela que nos ocupa empieza
a las cinco de la mañana, con una temperatura que a los osos polares les
parecería fría, cuando el personal del campo se prepara para ir a trabajar. Iván
Denísovich va explicando cómo se encuentra, cuáles son sus estrategias para
soportar el frío, la falta de comida e, incluso, la falta de herramientas para
el trabajo que deben realizar. Trabajo que unos equipos deshacen el realizado
por otros, en parte para poder subsistir, en parte por una falta total de
dirección. Todo ello aderezado por las revisiones que se les va haciendo, tanto
para salir de la prisión, como a la hora de entrar, y las dos o tres que se
pueden hacer antes de ir a dormir a las once de la noche con el estómago
caliente si has tenido la suerte de llegar de los primeros al barracón de la
cocina.
Si no se ha leído ninguna obra de
este autor, esta novela corta, o mejor relato largo, puede ser una buena manera
de conocer parte de su vida, y ya se tendrá tiempo de leer El primer círculo, en referencia al infierno de Dante o el Pabellón de cáncer, para conocer de
primera mano el trato que recibían los que padecían esa enfermedad, como le
sucedió al propio autor.
“A las cinco de la mañana, como
siempre, resonó el toque de diana: un golpe dado con un martillo en un carril
de la barraca central.”
eBook: correcto.
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