(347 pág.;
Salamandra) (51;
octubre de 2012)
Si Calígula
hubiera dispuesto de más tiempo y no hubiera sido tan bestia, a lo mejor habría
tenido hijos a los que cuidar y, con el paso del tiempo, uno de ellos hubiera
podido escribir una novela titulada “Educación romana”.
Es decir,
que a cualquiera que le hayan enseñado unos patrones de conducta puede decir
que ha recibido una educación. Y no es falso que el protagonista de la novela
de Lilin reciba una educación, que además es más rígida y con más normas que la
que yo recibí en la España de mediados del siglo XX. La cuestión es que la
educación que recibe se circunscribe al respeto de las personas de su etnia o
grupo y no tiende puentes de unión con los demás. Para no andarme más por las
ramas: a un policía, por el mero hecho de serlo, se le ha de insultar siempre.
Sin excepción. Y esto sólo es un ejemplo, la novela está llena de ellos a cual
más aberrante.
A pesar de no estar mal escrita,
creo que es poco recomendable porque, aunque pueda ser interesante conocer la
forma de vida de estos proscritos de “nuestra sociedad”, con la mitad de hojas
y, sobre todo, con la mitad de escenas desagradables ya habría suficiente.
Mientras la leía recordaba una novela que leí cuando era poco más que
adolescente: Papillon. Le pasan
tantas cosas al protagonista que yo necesitaría varias vidas y varios cuerpos
para poder salir bien parado de la historia. De esta “educación siberiana” no
saldría de párvulos.
“Sé que no se hace,
pero estoy tentado de empezar por el final.”
eBook: comprado, pero
ya es el segundo libro que está ligado al diccionario en inglés, por lo que si
quieres consultar alguna palabra no lo puedes hacer pulsando junto a ella, sino
que tienes que abrir el diccionario en castellano y buscar la palabra
tecleándola (?).
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