domingo, 31 de julio de 2011

P. G. Wodehouse: ¡Pues vaya! Lo mejor de Wodehouse (**)

            (768 pág.; Anagrama)                       (2, enero de 2011)
            Quizá sea el autor que tenga los personajes más entrañables que haya leído. Fue criticado por “eduardiano”, pero quizá sea eso lo que hace apetecible el leer sus disparatadas, alocadas, poco profundas, pero divertidas historias.
            No te ríes a mandíbula batiente, pero todos sus relatos te hacen sonreír; todos sus personajes tienen un punto (o más de un punto) de idos de la realidad, pero son bondadosos. Los personajes que ya han alcanzado una cierta edad, y con ella una posición social o estable, están más preocupados por cómo crecen sus jardines de flores o cómo engorda la Emperatriz de Blandings (una cerda criada para ganar concursos) que por el mundo real que les envuelve. Los personajes jóvenes que ni tienen posición social por sí mismos ni medios suficientes de vida, sólo piensan (si lo hacen) en haraganear y ver a quién pueden soplarles un par de libras para ir tirando.
            El personaje más conocido de este autor es Jeeves (hasta hay un buscador en internet que tiene su nombre), pero cualquiera de los muchos creados tiene suficiente garra como para no tomar fácilmente una decisión de cuál es mejor o cuál cae más simpático. De las historias que figuran en este libro me quedo con Adiós a todos los gatos, sin duda la más hilarante.
            No ha de dar miedo la cantidad de sus páginas, pues se puede dejar nada más acabar un relato y un tiempo después seguir con otro. O lo que es lo mismo, cuando se acabe este libro, se puede empezar con los libros que contienen las historias compuestas originalmente. Lo que es seguro, es que cualquiera de sus lecturas nos alejará de este mundo que, lo menos que tiene, es ser “eduardiano”.


“Para poder saborear tranquilamente el café de sobremesa, el Buñuelo había conducido a su invitado al menor de los saloncitos del Club de los Zánganos.” (Las excentricidades del tío Fred)

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