(leídas 55 de 248 pág.; Alianza) (22; marzo de 2023)
Montse vino por Navidad a casa y
tuvo la amabilidad de regalarme este libro. Me alegré mucho por lo primero y
deposité esperanzas en que el libro me gustara. No deben ir derramándose por
ahí, sin ningún cuidado, pues no son infinitas.
La prologuista, que se declara fan
del autor, declara que es único y yo estoy de acuerdo con ella y, además, me
alegro de que así sea. Es como la suegra: basta con una. Allen sigue haciendo
bromas que solo entiende él y que solo a él le hacen gracia. Sigue haciendo
chistes intelectuales y buscando un nombre y un apellido al que clavarle el muerto.
También tiene otro tipo de historias, para el pueblo más llano, como la de la
vaca asesina, pero el resultado es el mismo: solo pueden hacerle gracia a él.
En fin, cuando llevaba un poco menos
de la cuarta parte (tres historias) decidí que ya le había dedicado más tiempo del
que merecía. Si las dos líneas después de la portada te hacen gracia, dímelo y
te envío el libro digitalizado. (Woody, tú no cuentas).
“Cualquiera que alguna vez haya
arrojado una cerilla encendida a la bodega de un buque cargado de municiones
confirmará que el gesto más pequeño puede provocar una gran cantidad de
decibelios”.
No puedes
volver a casa… y he aquí el motivo
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