(384 pág.; Acantilado) (11; febrero de 2022)
Ya he comentado en otra ocasión que el veintitrés de
julio de dos mil veinte era un día triste para mí porque celebrábamos el Día
del Libro que no se había podido celebrar en abril por la pandemia; no pensaba
ir a comprar ningún libro pero, al final, pensé que me sentiría mejor si
terminaba yendo a por esas piezas que no está prohibido cazarlas, aunque hubo
tiempos no muy lejanos en los que sí lo estuvieron. El resultado de esa cacería,
para Marisol, fue este curioso libro que ya estaba firmado por el autor con una
bella e inclinada letra. De él tenía una recomendación pendiente de leer, pero
este me pareció más oportuno. Marisol aún no lo ha leído, pero yo lo he
disfrutado mucho, aunque no ocultaré que quizá pudiera podarse un poco.
El leitmotiv es, como puede adivinarse por la
portada, el fantástico y fabuloso Orient-Express, quizá el más famoso de los
trenes. Con este motivo, Wiesenthal nos pasea por toda Europa y Asia Menor a
bordo de los elegantísimos vagones de ese tren y, mientras tanto y para
entretenernos, nos va explicando su historia, la Historia de Europa a caballo
de los siglos XIX y XX, y las aventuras de las muchas personalidades de esos
años que viajaron en este tren, más la propuesta culinaria que se ofrecía
durante el viaje.
Por si esto no fuera suficiente, también nos va
explicando qué sucedió con los vagones del tren (que yo llegué a ver en la estación
de Francia en Barcelona y a viajar en el mismo convoy, aunque no en ellos), y
también describe turísticamente las paradas más conocidas del largo recorrido
que efectuaba desde Londres hasta llegar a Estambul, la meca de este viaje.
“Tres golpes discretos se oyen en la puerta del compartimento y suenan en la madera lacada con un eco excitante que me recuerda el bullicio alegre de los tacones de una amiga lejana.”
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