(645
pág.; Debolsillo) (45; agosto
de 2019) (Premio
Nobel 2006)
Le digo a Marisol que Pamuk escribe
para ella, pues aunque no los ha leído todos, no le deben faltar muchos y, nada
más se entera de que ha publicado un nuevo libro ya lo tenemos en el lector y,
como es el caso, en la estantería. Yo soy como la tortuga de aquel héroe
griego: voy más lento y a mi ritmo y, más tarde que temprano, van cayendo. Este es uno de los autores actuales que más me
gustan… a pesar de que es muy especial y hay que tener paciencia, pues él
también va a su ritmo y no le gusta concretar y por ello se alcanza fácilmente
el medio millar de páginas en cualquiera de sus libros.
Y alguna podría ahorrarse, como en
esta ocasión. La historia me ha gustado, pues sabe contarla rodeándose de su
pasado o del de Estambul, lo que la hace, además de amena, instructiva. Pero en
esta novela hay, a mi parecer, mucha repetición de cosas ya contadas y, aunque
pueda irle bien al personaje que lo relata, estoy seguro que más de un lector
no podrá con ella.
El narrador tiene treinta años
cuando se encuentra a una muchacha de dieciocho y se hacen amantes. Ellos son
parientes lejanos, pero de distintas clases sociales: ella es dependienta de
una boutique y él es hijo de una de las familias más adineradas de Estambul. A
pesar de que él se promete a una joven de su misma clase no deja de ver a su
amante, lo que le empieza a causar problemas ante el futuro que se le echa
encima.
Una brillante radiografía de su
ciudad favorita durante los años setenta, de la sociedad turca que empezaba a
abrirse a Europa, del cine turco al cual se le dedica buena parte de la novela
y de la historia más rocambolesca que uno se pueda imaginar para crear un
museo: solo alguien que se puede recrear en el pasado como él lo hace puede ser
capaz de llevarlo al futuro. Saber de qué hablo te va a llevar unas cuantas
horas, pero es Pamuk y vale la pena pasarlas en su compañía. (Cuando busqué la
primera frase del libro para anotarla al pie de la portada leí toda la página y
me dieron ganas de seguir: algo tiene que encandila).
“Fue el
momento más feliz de mi vida y no lo sabía.”
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