(216
pág.; Anagrama) (30;
junio de 2019)
Tardo años en repetir un autor si no lo considero muy
bueno, pues hay muchos en medio, pero aunque tarde, termino leyendo cuando
menos otro de sus libros, como puede ser el caso. Estuve dudando si este libro
era mejor que el anterior y, al final, he creído que sí, pues sus historias por
capítulos configuran una historia mayor y los personajes van apareciendo repetidamente.
Jeeves es el mayordomo de un joven acomodado que lo único
que le pide a la vida es desayunar tranquilamente cuando se despierta, pero
cuando no es su tía (que desea casarlo a toda costa), son sus sobrinos (que
vienen a proponerle un buen negocio… para ellos), o algún amigo descarriado que
viene a pedirle consejo o dinero. Y es aquí donde interviene la capacidad de
solucionar problemas de Jeeves, el mayordomo ideal, salvo cuando tiene alguna
opinión al respecto del vestuario de su patrón, pues entonces este no le habla
y tiene que solucionarlo él solo y, aunque al final todo termina bien las
situaciones se complican y embarullan, provocando en el lector, cuando menos,
una sonrisa.
Otro motivo
para considerarlo muy recomendable es que la finura y elegancia en el comportamiento que Wodehouse
atribuye a Jeeves es muy mordaz y crítica para la época en la que, presupongo,
suceden los hechos. Elegante y sutil, difícil de encontrar otro autor como él
en estos días.
“–Buenos días, Jeeves
–dije.”
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