(403
pág.; Aguilar) (32;
junio de 2019)
Tal y como dije en marzo que haría, he leído el resto de
la obra en verso de Nervo. Si tuviera que elegir cuál de las dos partes me ha
gustado más no sabría cuál escoger: está ordenado cronológicamente por lo que
en la primera están sus poesías juveniles y en la segunda las últimas que
compuso, lo que conlleva que en estas el tema de la muerte esté más presente,
por la gente que ha conocido y por él mismo, y también el tema de la vejez y el
de algún amor perdido.
Aunque en todos los libros que componen esta parte he
encontrado poesías que me han gustado mucho resaltaría Los jardines interiores, El
estanque de los lotos en el que aparece el párrafo que figura después de la
foto del libro y, sobre todo, La amada
inmóvil, que me impresionó profundamente porque llega a hacer sentir lo que
puede ser la pérdida de un ser muy querido.
Cada uno
debe sobrellevar el dolor de la ausencia definitiva como mejor sepa y pueda;
personalmente no me consuelan ni la vida mejor ni otra posible vida, por lo que
encontrar unas palabras tan bellas que me transmiten el dolor que sintió otra
persona ante la misma situación en la que yo me he encontrado ya algunas veces me
parece que puede paliar de alguna forma el mío propio. Esta capacidad para
rimar sencillas palabras y crear bellos pensamientos en una situación tan
dolorosa hace de Nervo un gran poeta. ¡Ahora a por su prosa!
“La sutil destemplanza de
una tarde marcera
enfermó sus pulmones; su
invisible puñal
le clavaron los cierzos
en la espalda de cera,
y hela allí entre las
rosas que ofreció primavera
cual friolentas primicias
para su funeral…”
La novia
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