(337 pág.; Ultramar) (23; abril de 2018)
Tercera novela que leo de este autor y continuación de Pórtico, que me gustó más que esta y,
tanto es así, que si no llega a ser por el penúltimo capítulo que relaciona la
historia con leyes físicas se habría quedado con un par de estrellas (de las
mías, no de las del universo creativo de Pohl, que son muy numerosas).
La novela es difícil de seguir, pues un joven dice que habla
con los Muertos o bien que tiene
miedo de los Primitivos, y viaja a
una de las fábricas de alimentos de los Heechee. A su vez, una nave con cuatro
miembros de una familia, ha estado viajando a lo largo de unos cuatro años para
llegar a esa misma factoría y arrastrarla hasta la Tierra, pues de ese modo
habría alimento para los miles de millones que la habitan. Además, sin que se
sepa a qué es debido, cada cierto periodo de tiempo toda la población terrestre
sufre vahídos, sueños eróticos y otros malestares impidiendo seguir con lo que
estaban haciendo y provocando miles de muertes y accidentes.
“No era fácil vivir
siendo joven y estando tan absolutamente solo.”
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