(854 pág.; Destino) (25;
mayo de 2017)
Subyugante. Esta palabra tiene dos acepciones en el
diccionario de la Real Academia. Obviamente, yo la utilizo con el segundo
sentido: embelesadora. Esto es lo que me ha parecido esta tercera, y última
parte, de esta historia. La capacidad de Larsson de utilizar a decenas de
personajes es asombrosa y, además, de darles cuando menos una página de pasado
a cada uno de ellos. Sí que es cierto que algunos de esos personajes son
necesarios para sacar adelante al héroe o heroína de la historia, pero es una
pequeña concesión dentro de la vastedad y complejidad de la trama. Casi todas
las vidas humanas deberían poder vivir más de cincuenta años y, por lo menos,
mientras tienen ganas o se sienten con fuerzas para crear, como podía ser el
caso de Larsson. Han quedado cuatro volúmenes de esta fascinante historia
dentro de una masa gris que no tuvo tiempo de plasmarlas.
Lisbeth Salander ha recibido un tiro en el cerebro,
Alexander Zalachenko no ha muerto, su hijo ha huido, pero no querrá dejar sin
castigo lo que les ha hecho Lisbeth, Erika Berger abandona Millennium, y Mikael Blomvist tendrá de acarrear con todo ello si
quiere sacar adelante la revista y ayudar a su amiga, a la que, si no muere, le
espera la cárcel y/o un psiquiátrico de por vida.
“Se estima que fueron seiscientas las mujeres que
combatieron en la guerra civil norteamericana.”
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