sábado, 20 de mayo de 2017

Stieg Larsson: La reina en el palacio de las corrientes de aire (***)

(854 pág.; Destino)                                        (25; mayo de 2017)
Subyugante. Esta palabra tiene dos acepciones en el diccionario de la Real Academia. Obviamente, yo la utilizo con el segundo sentido: embelesadora. Esto es lo que me ha parecido esta tercera, y última parte, de esta historia. La capacidad de Larsson de utilizar a decenas de personajes es asombrosa y, además, de darles cuando menos una página de pasado a cada uno de ellos. Sí que es cierto que algunos de esos personajes son necesarios para sacar adelante al héroe o heroína de la historia, pero es una pequeña concesión dentro de la vastedad y complejidad de la trama. Casi todas las vidas humanas deberían poder vivir más de cincuenta años y, por lo menos, mientras tienen ganas o se sienten con fuerzas para crear, como podía ser el caso de Larsson. Han quedado cuatro volúmenes de esta fascinante historia dentro de una masa gris que no tuvo tiempo de plasmarlas.
Lisbeth Salander ha recibido un tiro en el cerebro, Alexander Zalachenko no ha muerto, su hijo ha huido, pero no querrá dejar sin castigo lo que les ha hecho Lisbeth, Erika Berger abandona Millennium, y Mikael Blomvist tendrá de acarrear con todo ello si quiere sacar adelante la revista y ayudar a su amiga, a la que, si no muere, le espera la cárcel y/o un psiquiátrico de por vida.




“Se estima que fueron seiscientas las mujeres que combatieron en la guerra civil norteamericana.”


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