(973 pág.; -) (24; mayo de 2017)
Ya han pasado siete años desde que leí el primer, y único
hasta ahora, libro de Chéjov. Se titulaba Nueve
cuentos sin final feliz, aunque yo creía recordar que el título no tenía la
última palabra, es decir, Nueve cuentos sin final, pues así son los cuentos de
Chéjov mayoritariamente: tristes y con finales abruptos, inesperados o que no
tienen que ver con la historia que se estaba contando. Pero buenos y muy
buenos.
Este libro no existe como tal, sino que es la versión
digitalizada de varios de ellos, en total noventa y cuatro cuentos y relatos.
Entre ellos voy a resaltar los que más me han gustado: Un drama, En la oscuridad,
Gente sobrante, Historia de mi vida, Un
hombre irascible, Las islas voladoras, Una noche de espanto y El pabellón Nº 6.
En todos ellos denota Chéjov su conocimiento de las
personas, de sus maneras de ser; del espíritu ruso desesperanzado, bebedor
habitual, sin cultura, que es aprovechado por el poderoso; es decir, como
también lo transmitió Tólstoi y, al igual que él, sugiere la educación como
manera de avanzar. Fue un adelantado a su tiempo y un hombre generoso, a pesar
de las muchas carencias que adolecía su numerosa familia.
“En el patio del hospital
hay un pequeño pabellón circundado por cardos, ortigas y cáñamo silvestre.”
El pabellón nº 6
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