(240 pág.; Alianza) (27;
mayo de 2017; en Praga)
Tenemos siete libros de este autor en la biblioteca, lo
que indica que a Marisol no le desagradaba; aparece en la colección creada por
Borges y Bioy Casares; está considerado heredero literario de Hammet y Chandler;
y esta es una de las novelas que más éxito le reportó.
Digo todo esto porque a mí me ha traído a la memoria la
anécdota de la película, si no estoy equivocado, El sueño eterno, de Chandler y que tuvo como guionistas a Faulkner,
Brackett y Furthman: durante el rodaje ninguno de ellos pudo explicar quién
mataba a uno de los finados. En esta novela no hay tantos muertos como para
perder la cuenta, pero todos los personajes tienen mucho que ver con el crimen,
por lo que lo difícil aquí es seguir la historia que se desarrolla a lo largo
de unos treinta años.
Lew Archer, detective privado, es contratado por el
abogado de una familia adinerada para que localice la caja que aparece en la
portada, robada de la caja fuerte del domicilio particular sin que haya sido
forzada, y que contenía las cartas que envió su propietario a su madre durante
la Segunda Guerra Mundial.
“El abogado, cuyo nombre era
John Truttwell, me hizo esperar en la antesala de su despacho.”