(877 pág.; Plaza & Janés) (17; abril de
2017)
Cada cincuenta libros le pido a Anna que me aconseje uno
de un autor que yo no haya leído. Cuando estaba cerca de los quinientos Anna me
dijo que ya lo tenía y al llegar a esa cifra me suelta este libro. Me asusté:
novecientas páginas y de fantasía. Pero ella lee algunos de los que le aconsejo
y yo hago lo propio. Y hasta ahora me ha ido muy bien.
Es un libro muy bueno. No voy a negar que se encuentra dentro
de la temática de fantasía, pero en absoluto puede considerarse al ciento por
ciento. Es más, salvo un par de capítulos en los que aparece un animal
fantástico, el resto puede ser leído como una historia intemporal que mezcla conocimientos
medievales con otros posteriores, pero suficientemente bien contados como para
que su lectura sea agradable y amena, aunque no te gusten los libros de este
tenor.
Y ahora un brevísimo resumen de las primeras líneas: en
una posada de mala muerte una noche hay más de un cliente habitual y uno de
ellos descubre que el posadero no es quien dice ser, sino que tiene un pasado
que anda en boca de todos y él quiere escribir su verdadera historia.
Convencido el posadero, empieza a explicar su vida desde que era un niño que
andaba con la troupe de su padre de
pueblo en pueblo representado comedias.
“Volvía a ser de noche.”
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