(512 pág.; Edhasa) (60;
agosto de 2016; en Nápoles)
Tercera entrega del cuarteto
de Alejandría y que, a la espera de la última, es la que más me ha gustado.
El personaje que da título a la novela es un joven
diplomático que, con el paso del tiempo, llega a ser embajador en El Cairo y
conoce a Justine y a otros personajes de esta saga.
Este libro me ha parecido mejor y más entretenido que los
dos anteriores por varias razones: vemos la ascensión de Mountolive en el mundo
diplomático y sabemos de su primer amor (que tiene una importancia fundamental
en la trama de la historia); nos habla de los coptos y su sentimiento de haber
sido desplazados de su lugar natural en la Administración egipcia; aparece en
la novela el conflicto árabe-israelí en el que los coptos quieren intervenir y,
en el trasfondo de todo esto, El Cairo y Alejandría.
“Como joven que prometía
mucho más de lo común, lo habían enviado a Egipto por un año, a fin de mejorar
su dominio del idioma árabe; y se encontró agregado a la Alta Comisión como una
especie de escriba, esperando su primer puesto diplomático; y ya se comportaba
como un joven secretario de legación, con plena conciencia de las
responsabilidades del futuro cargo.”
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