(225 pág.; Club de los Lectores) (33; mayo de 2016)
Este es el tercer y último libro que tenemos en casa de
este autor y el único de relatos, a pesar de los muchos que escribió, tantos,
que en este libro pide disculpas porque en el anterior el famoso diablillo de
las imprentas hizo que apareciera la frase “No creo que escriba más relatos” en
lugar de la que él quiso: “No creo que escriba muchos más relatos”. Para
nuestra suerte escribió muchos más.
Después de leer El
filo de la navaja y Servidumbre
humana no debería haberme sorprendido el tipo de relatos que escribía
Maugham, que tratan, mayoritariamente y tal como no se cansa de ir diciendo en
algunos de ellos, de la “condición humana”. No en vano en las dos mencionadas
novelas si de algo habla es de esa condición con la que cada uno afronta los
retos de la vida.
La suerte que tenemos la mayoría de los mortales es que
no nos vemos abocados a las situaciones tan límites como las que se plantean en
estos relatos, en los que figura el misterio, el drama e, incluso, un poco de
terror, además de enfermedades que hoy en día no nos hacen residir en un
sanatorio para el resto de nuestra vida. En cualquier caso, unos relatos
interesantes y con una traducción al español de los años cincuenta que ahora
queda anticuada, pero que a mí me ha resultado curiosa de leer.
“La reunión era muy
reducida, porque nuestra invitadora gustaba de que la conversación se hiciese
general.”
Episodio