(697 pág.; Penguin Clásicos) (39; junio de 2023)
De joven creía que esta novela era
de aventuras; más tarde me enteré de que era una de las grandes obras del siglo
XIX, pero pesada. Como no la teníamos en casa comencé leyendo otras historias
de Melville. Un día recomendaron esta ballena en La Cultureta y tomé
nota. Este año me la regaló Joel para Reyes. No he tardado mucho en leerla…
aunque sí en terminarla: setecientas páginas, pero entretenidas (si te gustan
los grandes clásicos).
El paréntesis anterior es debido a
que los grandes no solo te cuentan una historia, sino que te culturizan
a niveles profesionales. No hace falta decir que no puedo salir a cazar
ballenas, pero si se diera el caso, ahora ya soy bachiller en la materia,
aunque con los medios de hace dos siglos (mejor que no se dé el caso).
La parte central de la novela,
pongamos trescientas páginas, está destinada a ilustrar al lector sobre cómo se
caza una ballena, qué peligros tiene, qué se hace con ella una vez cazada y,
sobre todo, nos explica en varios capítulos la morfología de este animal. Ya he
dicho que se sale bachiller.
¿Y de la ballena blanca, qué? Ah,
sí. A lo largo de la novela se la menciona y termina apareciendo en los
capítulos finales, pero es que ella es la excusa. El protagonista es el capitán
Ahab y el narrador, que nos lleva por donde quiere; pero el que lo disfruta, sin lugar a dudas, es el lector.
Impagable.
“Pueden
ustedes llamarme Ismael”.
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