(435 pág.; Anagrama) (61; agosto de 2022)
Hablaron
muy bien de este libro en La Cultureta así que, a la primera ocasión, se
lo regalé a Anna… y yo lo he leído.
La autora
nos cuenta la historia del inglés Collingwood Ingram, que murió centenario hace
cuarenta años y que, no habiendo ido a la escuela más que unos pocos años
debido a su delicada salud, llegó a ser un reconocido ornitólogo y escribió artículos
en revistas, perteneciendo a la Unión de Ornitólogos Británicos más de ochenta
años. Cuando compró una casa en 1919 descubrió que en el jardín había dos
cerezos japoneses y se interesó tanto por el tema que llegó a ser un experto
mundial en el tema.
Tanto
es así que, aparte de que plantó decenas de especies diferentes en Inglaterra,
Estados Unidos y ¡Japón!, llegó a salvar una especie que en ese país estaba
desapareciendo. Por si esto no fuera suficiente, también se dedicó a escribir
libros sobre los cerezos y a obtener nuevas especies mediante injertos.
La
biografía de Ingram comienza veinte años antes que el siglo XX y eso da pie a
Abe para explicarnos cómo era Japón en ese momento y porqué era de esa manera,
además de recorrer la historia del siglo pasado en Europa al irnos explicando el
devenir de los cerezos, que se remonta a cuatro mil años (existe en Japón un
ejemplar que tiene cerca de dos mil años).
Advertencia:
la lectura de este libro puede ocasionar gastos no previstos en jardinería.
“A un tiro de piedra del foso oeste del Palacio Imperial de
Tokio, un futuro rey de Inglaterra arrojó una flamante pala al suelo frío y
húmedo.”
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