(176 pág.; Alba) (26; abril de 2022)
Este mes está siendo altamente productivo en cuanto a
leer libros se refiere, aunque no sean volúmenes, pero como todo cuenta,
si además es bueno, nada hay mejor que este entretenimiento. No deja de
sorprenderme, lo que no es raro dada mi incultura, la cantidad de mujeres que
escribieron libros cuando, se supone, que solo se dedicaban a las tareas del
hogar. Este es un caso más, nacida a principios del XIX, y es bueno que exista
esta mirada pues no ve lo mismo una mujer que un hombre, y más en aquella época
o en las anteriores, en las que su mirada era dirigida por sus padres y luego
por su marido, cuando no por sus hermanos mayores.
Gracias a ella vemos lo que a una joven, dos siglos
atrás, podía ocasionarle recibir unas atenciones de un joven apuesto y que la
mirara con buenos ojos. No es que ahora no pueda haber desengaños, pero lo más
probable es que vayan a la par y, sobre todo, no habrá corsé, físico o moral,
que la reprima o le cause desmayo. La prima Phillis nació demasiado pronto y su
padre el reverendo, en ambos sentidos, que aparece en la portada estaba tan
preocupado por la vida en el más allá, que no veía la que transcurría ante sus
ojos.
“Es maravilloso para un joven
disponer por primera vez de un alojamiento para él solo.”
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