(240 pág.; Alianza) (39; septiembre de 2021)
Marisol me recomendó hace bastante tiempo la primera
novela de este autor y yo, confiando en su ya demostrado buen criterio, lo
añado a la lista y lo leo cuando le toca. Bueno, no exactamente, le tocaba
después de quinientas páginas más del Tirant, pero he tenido que hacer
un alto en su lectura para no convertirme en el primer caballero andante del XXI,
pues ya no tengo edad para esos trotes.
En un pueblo perdido de Castilla, de extraño nombre,
suceden cosas más extrañas todavía, y un amigo del protagonista nos las cuenta
de una manera tan sui géneris que, aunque no te vas enterando qué sucede
exactamente, poco a poco te lo va aclarando y la novela gana en intensidad
dramática. El protagonista es profesor y llega para dar clase en un colegio.
Hace años murió una niña y hace menos una joven y, ahora, aparecen ciervos
muertos sin motivo aparente. En el pueblo hay dos facciones que se odian desde
no se sabe cuándo ni por qué, y eso lo pagan todos los que allí viven.
Fascinante.
“Nadie supo nunca que aquella
primera noche la tumba de Arcadio Cuervo quedó mal cerrada.”
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