domingo, 13 de septiembre de 2020

Jakob Wassermann: El caso Maurizius (*/**)

(leídas 496 de 666 pág.; Moai)                        (45; septiembre de 2020)

Marisol leyó este libro el año pasado y me lo recomendó. Como tengo muchos recomendados voy leyendo uno cada mes y ahora lo he hecho… casi todo, aunque lo hubiera dejado mucho, pero que mucho antes. Ya me dijo ella que la última parte no hacía falta que la hubiera escrito (yo creo que hacía falta que no hubiera escrito tanto), y eso es lo que no he leído. Nota al margen: Marisol compró este libro en Amazon y digitalizado por Moai: mal asunto, es un libro muy barato, pero lleno de errores ortográficos, por lo que no vale la pena comprar este tipo de edición. Bastante mejor estaba el libro gratuito que encontré en ebookelo.

Maurizius es un joven que fue condenado por el asesinato de su esposa y, sobre todo, debido a lo persuasivo que fue el fiscal que, sin una prueba concluyente consiguió la condena. Eso pasó poco antes de que el hijo del fiscal naciera y ahora, dieciocho años después, el padre de Maurizius se ha presentado ante el fiscal en presencia de su hijo, pero no puedo decir nada. El hijo del fiscal se ha quedado impresionado por la presencia del viejo y por la cara de su padre al verle y quiere saber qué se halla detrás de todo ello, así como, qué sucedió entre sus padres para que su madre desapareciera de su lado y que nadie nunca la mencione.

Si la historia contara lo que he resumido podría ser una historia interesante, pero a cada frase relativa a un aspecto del carácter de cualquier protagonista, hay una digresión sentando cátedra sobre cómo son las personas que tienen ese rasgo, lo que hace que, más que una novela, sea un tratado psicológico y, para los que solo queríamos pasar un rato leyendo una historia interesante resulta que nos encontramos con un sucedáneo de una tesis. He de añadir que Wassermann tuvo tanto éxito como Thomas Mann, por lo que debo estar equivocado, aunque no me haya gustado.





“Desde antes de la aparición del hombre de la gorra de marino era visible que el joven Etzel ya estaba agitado por presentimientos vagos, acaso a raíz de esa carta timbrada en Suiza que, al retornar de la escuela, había visto sobre la consola del vestíbulo.”



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