sábado, 5 de septiembre de 2020

Emily Brontë: Cumbres Borrascosas (***)

 (414 pág.; Austral)                             (42; agosto de 2020)

Fernanda vino a Barcelona en diciembre del pasado año y, aparte de tener la gentileza de saludarme, me regaló este libro que, curiosamente, ni lo teníamos ni lo había leído, y lo primero ya empieza a ser difícil tratándose de un clásico como este, para lo segundo harán falta varias vidas. Pero puedo decir que estas cumbres han sido holladas en esta vida.

Cumbres Borrascosas, esta última palabra también en mayúscula porque es el nombre de una heredad, consta de la casa principal, mucho terreno y, a una distancia relativamente cercana, otra casa. A esta llega el nuevo inquilino y desea ir a saludar a su propietario, el señor Heathcliff, de ahí la primera frase de la novela. En la casa del propietario ve a dos jóvenes que le sorprenden y, cuando llega a su casa, le pide al ama de llaves que le cuente la historia de la familia, pues ella entró a trabajar en esa casa muy joven y, lo primero que le dice es que el actual propietario era un muchacho vagabundo y sin familia que fue recogido de la calle, lo que sorprende al inquilino, pues ahora es el propietario, a pesar de que los jóvenes llevan los apellidos que figuran en la fachada de la casa principal.

Menudo lío que me he hecho con los nombres (nombres propios, apellidos de solteras y casadas) y la casa donde residen los personajes (pues los hay que llegan a residir en las dos); la novela de mediados del XIX contiene mucha violencia, más psíquica que física, aunque esta impacta cuando aparece; la mística, lo romántico y lo gótico no lo he apreciado tanto como indican sus reseñas, pero eso es un fallo mío y un alma más sensible sabrá apreciar mejor esta excelente novela.





“Acabo de volver de una visita al casero…, el único vecino a quien tendré que aguantar.”



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