sábado, 2 de junio de 2018

Ricardo Palma: Tradiciones peruanas (***)


(390 pág.; Aguilar)                             (28; mayo de 2018)
¡Por fin! Hace años que lo puse en los libros para leer y ya he llegado a él. Como tiene más de mil setecientas páginas y son obras completas me permito dividirlo en lo que tiene un libro de promedio: trescientas cincuenta. Así que este libro irá apareciendo mezclado con otros unas cuantas veces, por lo que podré explicar algunas cosas de él que tienen que ver conmigo. Vamos con la primera: durante los casi cinco años que residí en Lima no recuerdo que hubieran libros de mis padres en casa. Tengo mala memoria, pero ya entonces me gustaba mucho leer, por lo que recordaría qué libros habría leído que no me los hubiera comprado yo. Este es el único caso. Es decir, a eso de los once o doce años ya empecé a leerlo.
El autor de esta obra vivió las dos terceras partes finales del siglo XIX y los veinte primeros del pasado y, aparte de ser un escritor que cultivó todo lo que en esa rama del saber crece, fue marino, parlamentario activo, director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Real Academia de la Lengua Española y presidente de la peruana desde su fundación.
Lo que he leído hasta ahora, aparte de las introducciones, son las pocas tradiciones anteriores a la llegada de los españoles; muchas de estos en relación a los incas y entre ellos mismos, donde se aprecia lo que era el valor o la falta de miedo y el honor; las dedicadas a la vida civil durante el virreinato (estoy a mediados del XVII); unas cuantas de milagros, santas y santos, divertidas o simpáticas; y muchas más de cualquier cosa con la que Palma pudiera llenar una cuartilla, como por ejemplo cómo llegaron ciertas legumbres a Perú o quién era quién, por quién fue nombrado y un detalle de su rancio abolengo, seguido de la oportuna tradición que, en la mayoría de los casos, nos hará sonreír y nos dará una pequeña lección de historia.




“En cierta tarde de septiembre del año 1535 hallábanse en un huerto situado en el terreno que hoy se llama el Martinete, y que fue el lugar donde Pizarro estableció el primer molino de trigo y la primera panadería, empeñados en una partida de bochas y palitroques cuatro caballeros, flor y nata de los hombres de la conquista.”
La primera campana de Lima



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