(187 pág.; Círculo de Lectores) (31; junio de 2018) (Premio Nobel 1938)
La primera novela de esta autora y, al estilo de tantas
que escribiría después, nos describe de una manera sencilla el contraste entre
la China milenaria (aunque no se menciona en el libro) y la cultura occidental
que va adentrándose y adueñándose de las maneras de proceder tradicionales.
Mientras lo iba leyendo pensaba que las creencias que no están basadas en
hechos objetivos, científicos o racionales terminan creando una situación de
ruptura en algún momento, es decir, que una cultura basada en creencias que se
pasan de generación en generación y que es por lo único que se mantienen, no
siendo puestas nunca en tela de juicio terminarán desapareciendo, pero dejando
desubicada a parte de la sociedad de ese momento.
La protagonista del libro es prometida el día que nace
con el hijo de una familia acaudalada. Asimismo, su hermano se casará con la
hija de esa familia. El prometido de la recién nacida, cuando es adulto, se va
a estudiar medicina a occidente y cuando vuelve a su país viste y adopta las
ideas aprendidas. En cambio, la que terminará siendo su esposa ha sido educada
a la manera tradicional, es decir, ha de ser respetuosa, callada, modosa, se le
aplican vendas apretadas en los pies para que los tenga lo más pequeños posible
y respetará todas las tradiciones que sus antepasados han ido transmitiendo. El
choque cultural de ambos cónyuges, y otras circunstancias del mismo tenor que
no tienen cabida en este párrafo, son los vientos que soplan de uno y otro
punto cardinal.
“A ti puedo hablarte, hermana, como a ninguna de mis
verdaderas hermanas de raza.”
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