domingo, 5 de noviembre de 2017

Kazuo Ishiguro: Pálida luz en las colinas (**/***)

(203 pág.; Anagrama)         (59; octubre de 2017)         (Premio Nobel 2017)
No es habitual, vamos creo que es la segunda vez, que le den el Premio Nobel de Literatura a un autor al que he leído y del cual tengo otro libro por leer, así que nada más concedido lo pongo en la lista de libros pendientes.
En esta novela, en línea con Un artista del mundo flotante, una japonesa residente en Inglaterra nos va contando, parca en detalles, retazos de su vida, sobre todo de la vida en Japón después de la Segunda Guerra Mundial y, en particular, de la relación de tuvo con otra mujer que tenía una hija. Decía esta mujer que se iba a ir a Estados Unidos, pero el momento nunca llegaba. No sabemos qué le había sucedido ni, exactamente, qué le pasa a su hija, que no parece estar bien anímicamente. De la mujer que narra la novela tampoco sabemos por qué se fue de Japón, pero nos habla ligeramente de su actual familia.
Le dije a Marisol que al igual que hay esculturas sin brazos, no porque los hayan perdido sino porque esa fue la intención del escultor, este libro es un boceto de historia, no es que esté inacabada, pero sí que va dando la información de gota en gota y, ni siquiera está toda plasmada, pero el lector puede sacar sus propias conclusiones y, de paso, conocer, más, lo que sintió la población japonesa al darse cuenta que con la pérdida de la guerra sus ancestrales estructuras se quebraron.




“Niki, el nombre que al final le pusimos a mi hija pequeña, no es una abreviatura, fue un acuerdo al que llegué con su padre.”


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