domingo, 20 de agosto de 2017

Robert A. Heinlein: La Luna es una cruel amante (**/***)

(367 pág.; Círculo de Lectores)                     (37; julio de 2017; en Huesca)
Este fue el primer libro que me regaló Marisol. Eso fue hace 22 años. Este año, cuando cumplí los sesenta me lo volvió a regalar porque no encontró el anterior (los libros que me regalan no los tengo con los que compramos nosotros). Como no me desagradó, y apenas recordaba de qué iba la novela, he aprovechado la ocasión para leerlo de nuevo (y Marisol también).
Hacia mediados del siglo XXI los condenados a prisión son enviados a la Luna para que cumplan su castigo. Con el tiempo, también hay nacimientos por lo que, debido a la diferencia de gravedad, ni los primeros ni los lunáticos (de origen) pueden volver a la Tierra a vivir. Es decir, los residentes en la Luna se convierten en proveedores de la Tierra por obligación y sometidos a la legislación terrestre. Pero llega un día que un pequeño grupo de lunáticos (con el sentido actual de la palabra) decide independizar la Luna de la Tierra, a pesar de que puedan ser atacados con armas nucleares.
Imaginativa, divertida, socialmente innovadora y técnicamente avanzada al momento de escribirse. Así es como podría resumirse esta novela. Su único fallo, quizá, sea los poderes que le otorga a un ordenador, pero no por ello deja de ser interesante su lectura.




“Veo en el Lunaya Pravda que el Consejo de Luna City ha pasado en primera lectura un proyecto de ley para inspeccionar, autorizar —y cargar de impuestos— a los vendedores de alimentos que operen dentro de la presión municipal.”


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