(396 pág.; Maeva) (38;
julio de 2017; en Huesca)
Estaba leyendo el primer capítulo y lo único en que
pensaba era si podría acabarlo o lo dejaba ahí mismo. Pasado ese capítulo y ya conociendo
el tono del libro este mejora a mis ojos. No obstante, y a pesar de que
considero que es una buena historia, no se lo aconsejo a las almas sensibles:
no hay dónde agarrarse.
Hay muchas familias pobres, dentro de este grupo hay
muchas con hijos que, a su vez, han podido perder al padre o tener a un padre
que no puede trabajar y, además puede que la madre no sepa cómo sacar a su
familia adelante. Incluso, esas familias pueden estar en un entorno pobre que
tampoco permite superar los contratiempos. A ese tipo de familia pertenecía el
autor de esta historia. No deja de ser notable que llegara a profesor y que,
casi septuagenario, ganara el Premio Pulitzer con esta, su primera, novela.
“Mi padre y mi madre
debieron haberse quedado en Nueva York, donde se conocieron, donde se casaron y
donde nací yo.”
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