(301 pág.; Alfaba) (8;
febrero de 2016)
Hará unos treinta años que leí El nombre de la rosa y me gustó tanto que deseé y esperé con
ansiedad la segunda novela de Eco. Llegó casi una década después con el
prometedor título de El péndulo de
Foucault. La emoción me embargaba pues consideré que Eco habría creado una
maravilla en torno a dicho instrumento y… desapareció leído un tercio del
libro: este osciló hacia el esoterismo y las creencias minoritarias y me dejó con un
palmo de narices. Es un tema que no me seduce lo más mínimo.
Y hete aquí que me encuentro con un policía extremeño
retirado que cría caracoles y que por un sueño o aparición vuelve a Euskadi,
que es donde desarrolló su actividad profesional, y tropieza con un grupo de
personas que rinden culto a las creencias de los sioux… y hasta aquí puedo
leer, aunque llegué hasta la última sílaba.
La puesta en escena, Euskadi en los ochenta y Nueva York,
creo que está bien conseguida, pero el tema del esoterismo y las creencias
generales, minoritarias o particulares no me interesan personalmente, salvo que
sea una característica del personaje, no el centro de la historia, y eso hace
que lea el libro sin poder disfrutar de “esa ventana que ha abierto su autor”.
“La luz del invernadero
lo ciegan y aparecen los malditos destello: luces diminutas que llenan su
cerebro.”
eBook: no.
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