(528 pág.; eBook) (10; febrero de 2016; en Roma)
Cuando era adolescente leí a
Dostoyevski y este era uno de mis autores favoritos, a pesar de que sus
historias son dramáticas y de que me perdía entre los nombres rusos, con o sin
patronímicos y sus apelativos cariñosos: en un diálogo de dos personas yo
terminaba creyendo que hablaban cuatro o cinco. Ahora ya no tengo ese problema
por lo que disfruto mucho más leyendo a este gran autor, estudioso del alma
humana y que tan bien la sabe diseccionar para ofrecerla a sus lectores.
Quizá ahora no pueda
preguntarse ¿quién no ha oído hablar de Crimen
y castigo?, pero en mi época de joven, pues ya pertenezco a dos, todo el
mundo sabía, por lo menos, que un joven mataba a una vieja y los remordimientos
podían con él. ¡Ah, si solo fuera eso!
Esta obra no es eso: sí que
sucede esa escena, sí que es el eje de toda la novela, pero a su alrededor está
la pobreza de las clases trabajadoras de la Rusia zarista, el poder de los
acomodados, la deplorable solución que tienen las jóvenes para salir adelante
cuando su familia no puede hacerlo honradamente, la miseria y el oportunismo,
la locura, pero también la amistad, el amor y el arrepentimiento sincero.
Yo, en mi otra época, sí sabía
qué era Crimen y castigo. Corrijo,
creía saber qué era, pues después de su lectura he descubierto que es una obra
absolutamente absorbente que, a pesar de su lento desarrollo y de que va
incorporando nuevos personajes a medida que avanza, consigue que el lector desee
seguir leyendo, desee seguir conociendo los entresijos que van abriéndose a
través de su historia.
Lo mejor que puedo decir de
esta historia está dentro de ella, así que atrévete a abrirla y ya me dirás.
“Una tarde extremadamente calurosa de principios de julio,
un joven salió de la reducida habitación que tenía alquilada en la callejuela
de S*** y, con paso lento e indeciso, se dirigió al puente K***.”
eBook: sí.
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