(178 pág.; Tusquets) (54;
diciembre de 2014)
Voy como los cangrejos: hacia atrás, o por lo menos eso
dicen de ellos. El primer Mankell/Wallander que leí fue el último de la serie,
y resulta que este es el penúltimo. Por poco que pueda, y a lo largo de los
años, iré leyendo esta saga hacia atrás; al fin y al cabo si los leyera en el
orden de aparición, de año en año tampoco me acordaría del proceso de envejecimiento
del personaje.
Este libro se lo regaló Anna a Marisol porque esta le
había regalado uno de Mankell y le había gustado mucho, así que al final ha
caído en mis manos.
Como se dice en la contraportada, Wallander va a ver una
casa que puede interesarle comprar y se encuentra con una mano enterrada, y
pegada a ella un esqueleto. Y así va Mankell desgranando la forma de vida
nórdica, la de la policía de una localidad pequeña, y la de este policía que ya
está un poco cansado de todo. Para pasar el rato sin mayores complicaciones.
“El sábado 26 de octubre de
2002, el inspector Kurt Wallander se sentía muy cansado.”
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