sábado, 4 de octubre de 2014

Irène Némirovsky: El vino de la soledad (***)

(221 pág.; Salamandra)                       (38; septiembre de 2014; en Huesca)
La enésima obra de esta autora que Marisol compra y que yo obediente y con gusto leo: una de las mejores de ella. Por añadidura, es autobiográfica en buena parte.
Trata de la vida de una niña rusa, con una madre que no está por ella ni por su marido, que descubre en la pubertad los poderes que la Naturaleza le ha dado y que se ha decidido a usar. No digo contra quien para que sea el lector el que lo vaya descubriendo paulatinamente. De fondo, como casi siempre en sus obras, la Revolución Rusa y las tribulaciones que ocasionó a los que tenían bienes.
El párrafo anterior no le hace ninguna justicia a la novela, pues sólo describe alguna de las acciones que suceden en ella. Lo más importante de la historia es cómo está contada, los sentimientos de la niña, cómo va creciendo tanto física como anímicamente; las descripciones de la riqueza de sus padres, de cómo la obtienen, de cuál es el costo que por ello paga toda la familia; de los viajes que realizan por placer o porque tienen que huir; de las circunstancias vitales del resto de personajes sin importancia que aparecen en la historia; en resumen, el sinfín de cosas que siempre pueblan estas cortas novelas de Némirovsky y que la hacen tan singular e interesante.




“En la región del mundo donde había nacido Elena Karol, el atardecer se anunciaba con una espesa polvareda que giraba lentamente en el aire y luego volvía a posarse en la tierra con el relente nocturno.”

eBook: perfecto.                                            llermania


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