(421 pág.;
Alfaguara) (2; enero de 2012) (Premio Nobel 1998)
Saramago nos
plantea una fábula en la que las personas van perdiendo la vista de forma
inexplicable y tienen que valerse por sí solas, pues al ser de forma colectiva
nadie puede ayudar a otro. Y en ese momento afloran los verdaderos sentimientos
de cada uno: hay personas altruistas que se ayudan entre sí, y otras que ven la
manera de obtener beneficios de las necesidades de los demás.
La narración
no utiliza el sistema habitual de una línea para cada interlocutor en los
diálogos, sino que mediante comas e iniciando la frase con letra mayúscula va
dando paso a los comentarios de cada personaje y, a veces, se intercalan entre
ellos explicaciones, con lo que, al principio, se hace un poco extraño, pero
esta forma narrativa consigue una mayor fluidez en el desarrollo de la
historia.
Esta novela
es menos ácida que Memorial del convento
(43; octubre de 2010), pero no por ello dejan de haber comentarios propios de
su estilo dejados aquí y allí, como por azar. Por ejemplo, y no cito
literalmente, un personaje ciego hace un comentario del tipo “dios también debe
estar ciego, pues sino esto no habría sucedido”. Claro que esto no puede
aplicarse a la vida real.
“Se iluminó el disco amarillo.”
eBook: sí.
eBook: sí.