sábado, 1 de enero de 2022

Svetlana Alexiévich: La guerra no tiene rostro de mujer (***)

(364 pág.; Debolsillo)       (52; diciembre de 2021)       (Premio Nobel 2015)

Este regalo de Anna para mi cumpleaños ha sido estupendo y, aunque no te deja indiferente ni contento, te muestra aspectos de la guerra, y formas de enfrentarse a ella, que uno no puede ni imaginarse. Aunque no hay que dejar de lado el hecho de que solo hablan las mujeres rusas, por lo que no se habla de lo malo que pudieron hacer los rusos a los alemanes, también es cierto que los invasores fueron los alemanes y que esto hizo, para mi sorpresa por mi desconocimiento, que las mujeres rusas se levantaran en armas contra ellos. También me ha sorprendido que el gobierno ruso aceptara, hace ochenta años, no solo a mujeres sino a adolescentes, pues a partir de los dieciséis años te permitían entrar en el ejército.

Aunque hay comentarios que expresan que les costó mucho el ser admitidas en el ejército, y más en el frente, porque había mandos que no creían que se tuviera que echar mano de ellas, esas mismas personas explican que fue su empecinamiento el que consiguió doblegar el rechazo inicial. Es muy difícil poder leer todos los relatos y no sentir un nudo en el estómago o la garganta, pues Alexiévich consigue transmitir en un par de párrafos (hay participaciones de un par de líneas y alguna de dos o tres hojas, pero la mayoría no ocupan una página) todo un mundo de terribles sensaciones: desde el hambre más atroz; a los diferentes miedos que se pueden sentir en una guerra, miedos por una misma, por sus hijos o padres, por quedar lisiada y no encontrar a nadie para el resto de la vida; por el contrario al miedo, el poder sacar fuerzas como para arrastrar cuerpos que pesan el doble que una, o vencer los diversos temores que toda persona lleva consigo y poder atender a los millones de heridos que hubo; o bien, tener la fuerza interior suficiente de matar a alguien, ya sea a distancia (hubo muchas francotiradoras) o en el cuerpo a cuerpo.

Todo lo anterior y mucho, mucho más se encuentra en este libro, donde las diversas voces de unas mujeres con estudios o sin ellos, con profesiones o solo amas de casa, nos retrotraen a una guerra que, aunque sea de aplicación a todas las guerras, no debiera haberse producido nunca. Su lectura contradice el famoso proverbio de la imagen vs el millar de palabras: yo no he visto nunca una imagen más clara del padecimiento humano como las muchas que se han formado en mi imaginación, a cuál más terrible. A pesar de ello, considero que su lectura es de lo más interesante e imprescindible.





“–Según los estudios históricos, ¿desde cuándo han formado parte las mujeres de ejércitos profesionales?”



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