(364 pág.; Debolsillo) (52; diciembre de 2021) (Premio Nobel 2015)
Este regalo de Anna para mi cumpleaños ha sido estupendo
y, aunque no te deja indiferente ni contento, te muestra aspectos de la guerra,
y formas de enfrentarse a ella, que uno no puede ni imaginarse. Aunque no hay
que dejar de lado el hecho de que solo hablan las mujeres rusas, por lo que no
se habla de lo malo que pudieron hacer los rusos a los alemanes, también es
cierto que los invasores fueron los alemanes y que esto hizo, para mi sorpresa
por mi desconocimiento, que las mujeres rusas se levantaran en armas contra ellos.
También me ha sorprendido que el gobierno ruso aceptara, hace ochenta años, no
solo a mujeres sino a adolescentes, pues a partir de los dieciséis años te
permitían entrar en el ejército.
Aunque hay comentarios que expresan que les costó mucho el
ser admitidas en el ejército, y más en el frente, porque había mandos que no
creían que se tuviera que echar mano de ellas, esas mismas personas explican
que fue su empecinamiento el que consiguió doblegar el rechazo inicial. Es muy
difícil poder leer todos los relatos y no sentir un nudo en el estómago o la
garganta, pues Alexiévich consigue transmitir en un par de párrafos (hay
participaciones de un par de líneas y alguna de dos o tres hojas, pero la
mayoría no ocupan una página) todo un mundo de terribles sensaciones: desde el
hambre más atroz; a los diferentes miedos que se pueden sentir en una guerra,
miedos por una misma, por sus hijos o padres, por quedar lisiada y no encontrar
a nadie para el resto de la vida; por el contrario al miedo, el poder sacar
fuerzas como para arrastrar cuerpos que pesan el doble que una, o vencer los
diversos temores que toda persona lleva consigo y poder atender a los millones
de heridos que hubo; o bien, tener la fuerza interior suficiente de matar a
alguien, ya sea a distancia (hubo muchas francotiradoras) o en el cuerpo a
cuerpo.
Todo lo anterior y mucho, mucho más se encuentra en este
libro, donde las diversas voces de unas mujeres con estudios o sin ellos, con
profesiones o solo amas de casa, nos retrotraen a una guerra que, aunque sea de
aplicación a todas las guerras, no debiera haberse producido nunca. Su lectura
contradice el famoso proverbio de la imagen vs el millar de palabras: yo no he
visto nunca una imagen más clara del padecimiento humano como las muchas que se
han formado en mi imaginación, a cuál más terrible. A pesar de ello, considero
que su lectura es de lo más interesante e imprescindible.
“–Según los estudios históricos, ¿desde cuándo han formado
parte las mujeres de ejércitos profesionales?”
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