(152 pág.; Acantildado) (3; enero de 2022)
En 2013 elegí de nuestra biblioteca a Loos en lugar de
Lovecraft y, como no me gustó, me lamentaba. Seis años más tarde elegí el de
Lovecraft y, aunque comenté en este blog que prefería a Poe, me gustó. Ahora,
repetiría con gusto a Loos, pues este aún me ha gustado menos.
Vayamos por partes, es decir, desmenucémoslo: si quiero
imbuir terror en el ánima de un lector tendré que, subrepticiamente, ir
influyendo en él en el sentido de que hay algo que no es bueno, o sobrenatural,
o que nos puede ocasionar un daño por encima de los que podamos haber conocido;
esto en la literatura. En el cine, la imagen o el sonido añaden facilidad para
producir sobresaltos, que no es lo mismo que terror, pero que nos puede llevar
a sentir miedo ante el siguiente susto. Aclarado mi punto de vista, poco
terror, y ningún miedo, les tendré a unas montañas que son presentadas en la
página tres como las “de la locura”, a menos que rápidamente haya algo que
pueda asustarme. Si luego no hay nada más que la opinión del autor de que son
las “montañas de la locura”, una y otra vez (trece veces), lo que me producen
dichos engendros de la naturaleza es tedio.
A Lovecraft le parece que utilizar muchas veces palabras
científicas sobre el paso del tiempo, eones (19 veces), glaciación, Pleistoceno
y otras muchas de esta índole; o sobre obras que pueden provocar supuestos
daños al lector como el Necronomicón (11) y algunas más; e insistir
constantemente en que la existencia de unos seres que se deduce de unas
borrosas señales en un idioma totalmente desconocido pueden provocar terror
está equivocado, por lo menos actualmente, es decir, poco más de ochenta años
después de haber escrito esas páginas.
A vuelapluma: me cuesta creer que a la velocidad de una
avioneta y en medio de nubes sea fácil ver todo lo que se llega a describir de
unas fantásticas construcciones y sus dimensiones a través; y que dentro de
estas construcciones, y sin apenas luz, se sepa valorar en cientos de miles de
años la existencia de las mismas.
Obviamente,
no culpo a Joel del contenido de este libro que lo eligió para que fuera el décimo
octavo del CLC, pero lo que es a Lovecraft…
“Me veo obligado a hablar, pues
los hombres de ciencia se niegan a seguir mi consejo sin saber por qué.”