sábado, 26 de diciembre de 2020

Ewan Clayton: La Historia de la Escritura (***)

(397 pág.; Siruela)                              (68; diciembre de 2020)

Este libro me lo regaló Anna para mi cumpleaños y, por lo menos, lo he acabado leyendo en su año: alguno habrá que al que no le sucederá lo mismo. Lo he disfrutado muchísimo, aunque su lectura es de aquellas que considero lentas, no solo porque casi hay cuatrocientas notas, más de sesenta ilustraciones con su propio pie y ¡dieciocho páginas llenas de apretadas líneas de bibliografía! que aparecen en el texto con su nota indicando los datos importantes de la publicación. Que no se engañe nadie: mi disfrute y las estrellas junto al título no equivalen a que sea un libro para que lo lea cualquiera, sino todo lo contrario, pues solo aquel que tenga un mínimo interés en el tema será capaz de avanzar en la selva de datos y conocimientos que transmite Clayton. No obstante, por poco que se desee saber algo al respecto, este libro es el ideal.

Su autor, no solo ha leído los centenares de libros que llenan la bibliografía, sino que es calígrafo y conoce a la perfección la materia de la que habla, por lo que sus páginas nos llevarán desde los primeros signos encontrados que pueden considerarse escritura hasta nuestros días, en los que la irrupción de los instrumentos electrónicos ha cambiado la forma de comunicación escrita, y de ahí, la primera oración que aparece en el prefacio. Leyendo el libro se conocerá cómo y con qué se ha escrito a lo largo de la historia, con qué fines y cómo estos hacían que la caligrafía cambiara (salvo que hayas pensado en ello, es difícil imaginar cómo el resultado de algo puede afectar a su origen) y, no me lo esperaba, cómo la caligrafía sigue teniendo importancia a finales del pasado siglo entroncándose con la informática y otras formas de comunicación que no deseo desvelar.

Un apunte personal para terminar: hace poco menos de sesenta años que yo introducía una pluma de plumilla intercambiable en un tintero insertado en mi pupitre y rellenaba de mala manera unas hojas con modelos de letras, tales como la gótica, la inglesa o la redondilla. Como todos mis aprendizajes, de poco me sirvió, pues mi letra tiene muy poco estilo, pero ello es signo de que no hace más de dos generaciones que en España se seguía enseñando a escribir a través de las diferentes caligrafías, por lo que la historia que cuenta este libro no es antigua ni lejana, sino muy próxima a los dinosaurios que aun pululan por la tierra, como yo mismo.





“Por lo que se refiere a la palabra escrita, nos encontramos en uno de esos momentos decisivos que se producen raras veces en la historia de la humanidad.”



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