(200
pág.; Amazon) (27;
junio de 2019; en Madrid)
Tal y como dije hace unos meses cuando
leí el segundo libro de San Juan de la Cruz, ahora he leído otro de esta santa.
También en este el pensamiento va dirigido a enseñar u orientar a las hermanas
de su congregación, a indicarles qué se siente ante la presencia del Esposo o
cómo reconocerla. Para alguien como yo, y unos cuantos siglos después de que
fuera escrito, es difícil apreciarlo; puedo entender que en ese momento y,
sobre todo para ella, fuera la expresión máxima de su sentimiento, pero no
puedo compartirlo.
Tenía más esperanzas de que su
poesía me llegara pero, aparte de la más conocida de ella y que puse como
ejemplo en mi primer comentario, la mayoría son de rima sencilla y el tema del
que tratan, naturalmente, repetitivo, por lo que a pesar de haber sido
declarada la primera doctora de la Iglesia mi falta de sensibilidad y perspectiva
hace que no la considere más allá de recomendable.
“Dichoso el corazón
enamorado
que en solo Dios ha
puesto el pensamiento:
por El renuncia todo lo
criado,
y en El halla su gloria y
su contento;
aun de sí mismo vive
descuidado,
porque en su Dios está
todo su intento,
y así alegre pasa y muy
gozoso
las ondas de este mar
tempestuoso.”
Corazón feliz
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