(268 pág.; Espasa) (14;
marzo de 2017; en Madrid)
Hace más de seis años que leí una obra suya por vez primera y he
tenido que esperar tanto para leer otra porque tanto esperan otros autores ser
releídos. Es un problema que el tiempo irá paliando. Lo empiezo en el tren de
ida a Madrid y lo termino en el de vuelta. Un fin de semana de regalo de
Marisol por ser mi santo. Aparte del viaje, el regalo fueron mis hermanos. Son
estupendos.
Montero escribe de una manera que me gusta mucho: no es
parsimoniosa pero, en cambio, sus frases tienen enjundia. La novela se inicia
con el ruido de un despertador y, a renglón seguido, con el de una llamada
telefónica que hace que la protagonista salga huyendo de su casa y, a lo largo
de las próximas veinticuatro horas, siga huyendo y recordando lo que fue su
pasado.
Interesante novela, casi sin altibajos, mezclada con la
historia de El caballero de la Rosa
de Chrétien de Troyes, considerado el primer novelista de Francia.
“Lo peor es que las
desgracias no suelen anunciarse.”