(229 pág.; Anagrama) (66;
diciembre de 2015)
Hace un año leí Middlesex
y en mi comentario indicaba que en casa teníamos el libro al que hoy me
referiré y que a Marisol no le había gustado, pero que yo me conformaba con que
fuera la mitad de bueno que el que acababa de leer. Aunque, a mi parecer, no es
tan bueno como el anterior, creo que su historia sorprende.
Una familia compuesta por los padres y cinco hijas ve
cómo una de ellas intenta suicidarse y poco después lo consigue. Todo el mundo
se queda consternado, pues nada hacía sospechar ese final. La historia es
contada por un compañero de colegio muchos años más tarde y siempre haciendo
referencia al grupo que forman unos cuantos de ellos y que les unió, y sigue
uniendo, la atracción hacia esas cinco hermanas.
La historia que no termino de explicar se conoce en las
primeras líneas del libro, por lo que ya sabemos todo lo que pasó y no cabe
sorpresa alguna, pero es la manera de ir desgranándola lo que hace interesante
su lectura. Si a Marisol no le gustó es porque entra de lleno en su profesión y
encuentra que hay muchas explicaciones equivocadas. Seguro que a todos nos
pasaría lo mismo si alguien hablara sin conocimiento de causa de lo que conocemos
bien. En mi caso, es una suerte que mi oficio sea tan poco interesante y no
tenga problemas en disfrutar de obras como esta.
“La mañana en que a la
última hija de los Lisbon le tocó el turno de suicidarse -esta vez fue Mary y
con somníferos, como Therese-, los dos sanitarios llegaron a su casa sabiendo
exactamente dónde estaba el cajón de los cuchillos y el horno de gas y dónde la
viga del sótano en la que podía atarse una cuerda. A nosotros nos pareció que,
como siempre, salían demasiado lentamente de la ambulancia, mientras el gordo
decía en voz baja:
–Que
no es la tele, tíos, aquí no hay que correr.”
eBook: perfecto, pero sin
justificar.
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