(125 pág.; El
País) (40;
agosto de 2012; en Huesca)
Supongo que
fue cuando estudiaba sexto de bachillerato que nos lo hicieron leer y, a estas
alturas, sólo recordaba que era de un escritor anónimo y la escena de las
“olivas”, es decir, la escena de las uvas con el ciego.
Pero algo me
decía que debía releerlo y fue todo un placer apreciar lo que escribió alguien
del que no se conoce ni el nombre, pues aparte de las escenas jocosas que va
narrando Lázaro (la despedida del ciego, por poner otro ejemplo), está la ácida
crítica a todo ser humano que vista sotana y la descripción de la sociedad del momento, cargando las tintas en dejar en evidencia el abuso que se hacía de la
clase menesterosa por parte de cualquier otro que estuviera por encima de ella,
aunque sólo fuera por muy poco.
Aunque un
libro del siglo XVI, en un castellano trasnochado y escrito por alguien sin
referencias pueda parecer un verdadero tostón, yo desafío a cualquiera a que si
lee veinticinco páginas no va a dejar de leerlo, pues ya quisieran muchos de
los encumbrados bestsellers explicar
tanto y tan bien en tan pocas páginas… y que le siguieran leyendo ¡cinco siglos
después!
Si las
líneas anteriores no te han convencido lee las que vienen a continuación de la
portada, que esas son las buenas.
“Yo por bien tengo que
cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de
muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno
que la lea halle algo que le agrade, y a los que ahondaren tanto los deleite; y
a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga
alguna cosa buena; mayormente que los gustos no son todos…”
eBook: una edición
cuidada a pesar de que el precio está por debajo del euro.
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