(741 pág.; Edhasa) (37; septiembre de 2021) (Premio Nobel 1929)
Hace casi diez años que leí el
primer libro de Mann y me pareció bien, pero solo bien, por lo que se fue al
fondo de los autores a repetir, pero le regalaron varios libros a Marisol y me
los aconsejó siendo este el primero que cae: es una suerte tener alguien al
lado que lee lo que tú no has leído y va separando el grano de la paja. Este
libro es muy bueno e increíble que fuera la primera (otra vez esta ordinal) novela
que escribiera. Tenía veintiséis años y, veintiocho años después, le valió el
Nobel.
Los Budenbrook son una familia de
comerciantes de grano. La novela nos cuenta los avatares de ella a partir de la
segunda generación, con incursiones a la primera. La generación principal, y a
la que le dedica más páginas, es la tercera, compuesta por dos hermanos y una
hermana. El mayor es el que se hace cargo de la empresa, el segundo es un
tarambana, y la hermana es la que tiene la mala suerte de la familia. A su
alrededor pululan decenas de personajes, desde los más adinerados, como ellos,
hasta los menesterosos, lo que crea un caleidoscopio de personas, gustos, maneras
de ser y de comportarse innumerable; y esto es lo que hace que esta novela dé
una gran visión de la vida a mediados del XIX en Alemania.
Si
no estuviera tan bien escrita sería una historia anodina, sin mayor interés
pues, al fin y al cabo, hay muchas novelas que cuentas sagas familiares. En
esta no llega a aburrir la abrumadora cantidad de descripciones físicas de los
personajes; ni que, cuando nombra a una mujer casada, nos indique su apellido
de soltera; tampoco cansa que nos detalle con exquisito cuidado los cortinajes,
utensilios, y decenas de objetos que hay en las casas o que utilizan los
personajes, lo que, por otro lado, sería de lo más normal que terminara abrumando
con tanto detalle. Algo tiene que tener la prosa de Mann que, precisamente lo
que haría aburrida una novela en otro autor sin sus capacidades, sea lo que
mantiene el interés del lector pues, aunque los personajes se casan, divorcian,
tienen hijos e, incluso, se mueren, no hay grandes altibajos; pero sí que están
perfectamente dibujados y muchos de ellos son muy singulares. Una historia
imprescindible con mayúscula.
“–¿Cómo era eso? ¿Cómo … era… ?”
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