(295 pág.; Ediciones B) (34; agosto de 2021)
Ya he leído diez libros más desde
que leí el último de esta autora, así que cojo el penúltimo de los que tenemos
en casa y, con ganas, pues no es histórico y tengo curiosidad para ver qué tal
es en otros ámbitos, empiezo a leerlo. Y tal como lo pienso y digo, resulta que
me parece que no me gusta. Pero es el principio, démosle tiempo y, obviamente, oportunidad.
Pero el tema sigue y, sin ser un desastre, no me convence. Sigo leyendo porque
se ha complicado tanto la trama que no sé por dónde podrá salir (la autora).
Final inesperado, y la nota raspa el larguero. El otro que me queda es histórico,
supongo que no habrá la misma tensión en la lectura.
Al personaje que llama a la puerta,
según el inicio que está al pie de la portada, le quedan cuatro páginas, es decir,
ni un telediario. La forma en la que encuentra la muerte es tan extraña que no
se sabe por dónde buscar al asesino. Los personajes principales de la historia
es una pareja que están juntos desde que tenían quince años, los dos son muy
buenos bioquímicos porque se han dedicado en cuerpo y alma a sus estudios y
trabajos. El está a punto de publicar un libro que será un gran éxito y la
universidad para la que trabaja está convencida de que será candidato al Premio
Nobel en algún momento.
Aparte de un par de frases
inapropiadas (una de ellas referente a un atributo masculino del protagonista
totalmente innecesaria), no me ha gustado la manera que tiene de presentar los
personajes, algunos con mucho detalle y otros, igualmente importantes, sin
descripción alguna; al pie de la portada se menciona que es una caso del detective
Delmonico, que no tiene más relevancia que cualquier otro personaje de su
comisaría (demasiados para mi gusto) y, para no alargarme más de una cuartilla,
hay tantos hechos tan singulares en esta novela que, todos juntos, no la hacen
muy creíble, aunque, ya lo he dicho, termina interesando por el cómo se
resolverá. No es aconsejable comenzar por este libro, pues los otros ocho que
ya he leído de ella son muy superiores.
“Rodeado de nubecillas de
barro, John Hall apoyó un dedo no del todo firme en el timbre de la puerta y
llamó.”
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