sábado, 19 de octubre de 2019

Amado Nervo: Obras Completas (**/***)


(372 pág.; Aguilar)                             (50; septiembre de 2019)
Este fue el último libro que leí en septiembre, pero hasta ahora no he podido dedicarle cinco minutos: ¡cuanto más corro más lento voy!
En sus primeras cuatrocientas páginas, por lo menos en el libro que yo tengo, hay un error de impresión, pues se han repetido treinta y dos páginas faltando las que deberían ir en ese lugar, pero como son artículos que él enviaba al Departamento de Cultura de México no hay problema en seguir leyendo.
Estas páginas iniciales del segundo tomo de sus obras completas se dedican a la lengua y la literatura y entre otros muchos temas habla del movimiento intelectual de Madrid al final del XIX o principios del XX; compara los castellanos de España, México y Sudamérica; habla de la instrucción tanto en España como en Francia, Inglaterra o Alemania, haciendo hincapié en las lenguas que se estudian y las horas que se dedican a ellas en cada uno de los países, así como las horas al latín o el griego. Es muy interesante leer sus opiniones al respecto o las estadísticas que presenta, pues se aprecia cómo se veía la lengua y su problemática hace más de cien años y cómo ha devenido esta a través de tiempo hasta nuestros días.
También le dedican más de cien páginas a la crítica literaria en la que se hablan de muchos autores hispanos, obviamente, pero también de otros países, todo ello con un cuidado exquisito para no herir susceptibilidades innecesariamente y encontrando siempre los suficientes adjetivos para salir airoso de cualquier comentario sobre un autor o su obra. Aunque su lectura es lenta no deja de ser muy gratificante.






“Este del nombre que es una piedra preciosa–decía yo en una de las notas impresionistas de mi Exodo–es alto, robusto, inexpresivo; ojos obscuros, pequeños y vivos; nariz ancha, de alas sensualmente abiertas; barba y cabellos ligeramente rizados; manos de marqués; parsimonioso y zurdo continente; hablar pausado y un sí es no tartamudeante, pero siempre ático y fino.”
Rubén Darío




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