(141 pág.; El País) (52; noviembre de
2018)
No recuerdo ya lo que me enseñaron en Literatura de sexto
(ni tampoco lo recordaba mucho después de entonces) de este autor que, gracias
a que la versión digital que he encontrado tenía un extenso prólogo, me he
enterado que fue de los primeros en adherirse al romanticismo y que esta obra es
la más afamada de él. Truculenta historia por las casualidades que han de
producirse, pero aceptadas estas dan sostén al título de la obra, es decir,
hiciera lo que hiciera Don Alvaro no podía escapar de producir todos los males
que le estaban destinados. Era su destino.
Don Alvaro y Leonor se enamoran perdidamente el uno del
otro, pero el padre de ella, que es marqués, no está dispuesto a aceptarlo porque
se desconoce su origen. Aquel decide raptarla con la aquiescencia de ella, pero
la noche prevista su padre es avisado y se cruza en el camino de los que
intentar huir. Don Alvaro se pone de rodillas frente al padre de Leonor y deja
caer la pistola que llevaba, pero con tan mala fortuna que se dispara matando al
marqués. A partir de aquí, a pesar de que Don Alvaro intenta alejarse de ella y
de sus dos hermanos, el destino hará que sus vidas se encuentren de nuevo y que
no sea para bien.
“Oficial. Vamos, Preciosilla, vamos, cántanos
una rondeña.”
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