(597 pág.; Anagrama) (31;
junio de 2017)
Ya casi hace un par de semanas que acabé de leerlo, pero
se juntan demasiadas cosas y no se llega a todo. Hace once libros leí uno de
este autor y no lo pude acabar, por lo que se fue a la columna de “ya veremos
cuándo leo otro suyo”, pero tenía anotado en “libros a leer” este del que estoy
hablando y, dada la memoria que tengo, el día de Sant Jordi lo compré. Queda
demostrado que no tengo memoria, pues el otro lo leí en abril.
Este libro es el resultado de juntar La hoguera de las vanidades con Zadie Smith y el oportunismo de ponerle
el título que le ha puesto. Y eso no es bueno ni malo, sino solo una manera de
resumir su contenido. En otras palabras, me ha gustado lo suficiente como para
sacar al autor del ostracismo… aunque antes de él tengo más de doscientos
autores por repetir, así que más vale que haya una segunda vida o no tendrá
ocasión.
El libro describe la situación de una decena de
habitantes de una calle de Londres que, originalmente era de clase media baja,
pero que en la actualidad es de clase alta. Entre ellos se encuentra un
ejecutivo de la City, su esposa e hijos; una viuda jubilada; unos árabes y sus
respectivas familias que regentan la tienda de alimentación de la calle; un
representante de un jugador de fútbol africano que acaba de descubrir y al que
le cede la vivienda; y otras personas cuyas vidas se relacionan con los
anteriores. Además, todos y cada uno de ellos, están recibiendo postales en las
que se les dice que el que las envía quiere poseer lo que ellos ya tienen, lo
que provoca una cierta curiosidad por saber a qué se refieren y, con el tiempo,
una alarma.
“Al rayar el alba de un día de fines de verano, un hombre
con sudadera de capucha avanzaba lenta y silenciosamente por una calle normal y
corriente del sur de Londres.”
eBook: no