(239 pág.; Booket) (32;
mayo de 2015)
Había leído que Submundo
era buena y Anna me regaló esta otra novela de su autor. Bien, no hay problema,
ya leeremos más adelante la primera. Pero…
Aún tengo el Bloomsday a flor de piel y resulta que Cosmópolis también sucede en una
jornada. Mal asunto. Y así es. Cuando termino de leer la novela, porque es
corta, voy a informarme algo sobre el autor y resulta que es uno de los más
importantes del posmodernismo. Estupendo. Soy un carcamal, pero qué quieren que
les diga: a mí me gusta leer historias que tienen pies y cabeza, por no
mencionar aquello tan manido de planteamiento, nudo y desenlace. Parece ser que
la tendencia mencionada es plantear nudos y yo no soy Alejandro.
El resumen: el hipermillonario protagonista pasa la
jornada de la novela moviéndose con su limusina por la ciudad el día más
caótico que se le pueda ocurrir a uno: está el Presidente de Estados Unidos,
asesinan al Presidente del Banco Mundial, hay una manifestación, caravanas de
coches por infinidad de calles; y al jovencito, que trabaja desde el habitáculo
de su vehículo, le apetece cruzar la ciudad para cortarse el pelo. Entretanto,
suben al coche sus ayudantes, consejeros, guardias de seguridad y, atención, el
médico, que cada día lo visita y le palpa la próstata. ¡Lo normal, vamos!
“El sueño se abstenía de
visitarlo más a menudo que antes, no ya una o dos veces por semana, sino
cuatro, cinco incluso.”
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