(181 págs.; eBook) (46;
octubre de 2014)
Entre mi adolescencia y mi juventud leí Crimen y castigo, El idiota, me parece que Los
hermanos Karamazov y algo del primer capítulo de Los endemoniados, del que tenía que hacer un trabajo para
Literatura de sexto y, obviamente, no lo hice. Era un autor que me gustaba, a
pesar de que me costaba mucho seguir la trama porque no tenía memoria para los
nombres rusos, sus patronímicos y sus diminutivos, por lo que a veces no sabía
ni quién hablaba ni a quién le sucedía lo que se narraba, pero a pesar de todo,
era un autor que siempre tenía presente. He tardado muchos años en volver a
leer algo suyo y he comenzado por el único libro que tenemos en casa, aunque no
descarto “terminar” Los endemoniados.
Me ha sorprendido mucho esta novela, pues no he
encontrado en ella al autor que tenía en mente, sino más bien una mezcla entre
Austen y Kafka, sobre todo durante la primera mitad del libro. He mencionado estos
dos autores porque me dio la sensación que un trabajo a dos manos entre ellos
daría como resultado la presentación de esos rusos que tuvieron dinero, pero
que ya no lo tienen, y ese joven que está al cabo de la calle de ellos y que no
le importa dónde caerse muerto y, si llega el caso, morirse.
Dejando de
lado mis sensaciones y, un poco también, la faceta desbocada del protagonista de
la novela, en lo que respecta a la historia de los rusos y los personajes que
pululan a su alrededor, o bien, a las ansias del juego que les acomete a un par
de ellos, he de decir que me ha impresionado cómo consigue transmitir todas
esas sensaciones vitales que tendrían sus personajes si fueran personas,
teniendo en cuenta que el medio ha sido una novela tan corta como esta. Es una
pena que tenga a tantos autores buenos por releer haciendo cola, porque con
gusto cogía otro libro de este autor, pero ¿acaso no digo lo mismo de tantos y
tantos que me han gustado antes que él? Tiempo, necesito tiempo.
“Por fin estaba de
regreso, después de dos semanas de ausencia.”
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