(591 pág.; El País) (18;
junio de 2014)
De un estante de la biblioteca he leído a Atxaga, Aub,
Austen, Auster, Azaña, Bach, Baer, Bainbridge y Baker y, aparte de tres libros
de tres autores diferentes, tenemos cinco de Auel, ¿qué he de hacer? Pues lo
que hice, a pesar de que suponía que no era de mi estilo.
Comenzamos y me cuenta la autora que un grupo de Neardentales
tiene una memoria de cien mil años, a mí que no tengo una memoria de cien
minutos. Sigo adelante a duras penas. Son seiscientas páginas y se me hace
cuesta arriba. Luego resulta que ese mismo grupo no hablan, salvo algún gruñido
para dar énfasis a los gestos que hacen con las manos, y son capaces de
expresarse mejor que yo que tengo la ayuda del Diccionario de la Real Academia,
¡y sin ir al colegio!
Dichas las pegas, esta es una novela de aventuras que se
puede leer, que te abre la mente a cómo pudieron resolver tantas carencias hace
algunas decenas de miles de años, y que a uno, acostumbrado a darle al
interruptor para encender la luz, no se le hubiera ocurrido. Sólo por eso está
bien pero, además, el encuentro del clan con una Cro-Magnon hace que la
historia muestre facetas del alma humana de aquella era que, visto lo visto,
son como las de todas las épocas posteriores.
“La niña desnuda salió
corriendo del cobertizo de cuero hacia la playa rocosa en el recodo del
riachuelo.”
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