(229 pág.; eBook) (5;
febrero de 2014)
Cada semestre releo algún libro de
los que me gustaron en mi adolescencia o mi juventud y encuentro que es una
lectura muy gratificante, pues hasta ahora lo releído me ha parecido tan bueno
como tenía en el recuerdo. Por ejemplo: El
conde de Montecristo, Shogun o
Julio Verne. En esta ocasión le ha tocado a Ian Fleming y, en lugar de releer
una de las muchas que leí en mi adolescencia, he preferido leer estos Diamantes… y así pulsar qué sensaciones
me producía este autor que había sido uno de mis favoritos antes de los quince
años.
Y ha sido un acierto pleno, pues
aunque ya no puedo recordar el tono de las novelas que leí de James Bond, esta
en concreto me ha parecido una estupenda novela negra, totalmente alejada del
estereotipo visual que tenemos de este personaje, siendo una historia más
cercana a las de policías y ladrones que a la del espía ludópata y sexualmente
desenfrenado. Tanto es así, que a medida que se va leyendo la novela tienes que
hacer esfuerzos para creer que el personaje principal de la novela es Bond,
James Bond y no cualquier otro que hubiera salido de la pluma o máquina de
escribir de Gardner, Chandler o Cain.
Y para demostrarlo un sucinto
párrafo: Bond es encargado de deshacer una banda mafiosa norteamericana de
traficantes de diamantes y para ello se infiltra en la organización llevando un
valioso cargamento de Europa a Estados Unidos y conocer in situ quiénes y cómo
desarrollan la delictiva actividad. Obviamente, nada que ver con el casete en
la braga del biquini de Jill St. John que aparece en la película, nada que ver.
“El gran escorpión pandinus emergió,
con un crujido seco, de debajo de la roca.”
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