(75 + 180
pág,; Cátedra) (45;
septiembre de 2012)
En la
estantería se encuentran juntos Benavente, Benedetti, Bioy Casares y Blasco
Ibáñez (¿por qué algunos autores precisan de un segundo apellido, a pesar de
tener un primero tan particular como Bioy?) y tenía que elegir a uno de ellos.
Me decanté por este al leer la contraportada.
Mientras
intentaba encontrarlo en formato digital en dicho mundo, le pregunté a Marisol
qué le había parecido. Me dijo que no lo recordaba y que se lo dejara hojear. Al
cabo de un momento me dijo: ¡Pero si te lo regalé hace ocho años! Ni me
acordaba de esto y, lo peor de todo, es que yo no lo había leído. Así que estoy
doblemente contento de haber elegido este libro, pues no me gusta menospreciar
un regalo y menos si es de esta calidad.
Además,
resulta que el protagonista es un contable (es decir, como yo) que está a punto
de jubilarse (o sea, como yo quisiera estar) y que Benedetti fue funcionario,
por lo que no solo escribe bien porque era un buen escritor, sino que describe
con detalle el trabajo y la forma de ser del narrador porque conocía ese
mundillo.
Y ahora, para alegrar el día, una de
esas frases que uno encuentra en un libro y que preferiría que no fueran
verdad: “Lo más trágico no es ser mediocre pero inconsciente de esa
mediocridad; lo más trágico es ser mediocre y saber que se es así y no
conformarse con ese destino que, por otra parte (eso es lo peor) es de estricta
justicia.”
“Sólo me faltan seis meses y veintiocho días para estar en
condiciones de jubilarme.”
eBook: comprado, pero no tiene la introducción ni los pies de
página que figuran en el libro y que aclaran muchas palabras y conceptos.
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